Meditar es poner atención en el presente convirtiéndonos en observador de los pensamientos, que como nubes, vienen y van, aparecen y se disuelven.
Somos testigos de nuestros pensamientos y podemos separarnos de ellos; nosotros no somos nuestros pensamientos pero si nos dejamos aprehender por ellos sí entonces seremos sus esclavos.
La meditación es un entrenamiento y no esperemos de un día al otro tener experiencias trascendentales, porque ese no es el objetivo de la meditación.
Ciertos estados de la mente pueden ser placenteros, o causarnos asombro, pero son solo luces de colores.
Meditar nos pone de testigo ante nuestras adicciones mentales, nuestras defensas, nuestros agravios, la adicción al elogio, tantos apegos pasajeros que al ir limpiando nuestra mente nos liberamos de todos ellos que tanta alteración emocional nos provocan.
La meditación es la inocencia del momento presente, todo se torna más liviano, y la alegría brota a cada momento.
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